Por DiMaggio Abreu
El Club Mauricio Báez acaba de concretar una de esas excepciones que se dan en deportes profesionales, al lograr tres coronas sucesivas en el baloncesto superior del Distrito Nacional.
Pero consiguió una mayor hazaña, la de enlazar la serie final por novena ocasión consecutiva, con seis títulos en el lapso, algo que parece improbable sucediera en cualquier liga de deporte profesional alguno, entre las de mayor calado en el mundo.

Un amplio espectro de quienes siguen esta liga distrital está conteste con que estos logros de la emblemática franquicia de Villa Juana, ha sido posible por mantener un núcleo de jugadores formados por la entidad, bajo un equipo técnico y mentores de la propia cantera.

Las parejas de hermanos Gerardo y Juan Miguel Suero, Diego y Rayner Moquete, Jerry Matos, Brian Martínez, Danilito Núñez, Luis Féliz (La Mueca), Shamil Ballas, que salió para adquirir de Huellas del Siglo a Richard Bautista y retornó, son del núcleo exitoso de Mauricio Báez.

También gusta de complementar su elenco con refuerzos repetidos que ayudaron a cimentar sus logros. El francomacorisano Luismal Ferreiras reforzó los tres últimos años y Emmitt Williams los dos primeros de la trilogía.
En el orden técnico, los mauricianos fueron dirigidos en los tres recientes por alguien de la casa, Melvin López, quien tiene en su cuenta personal siete de 11 coronas que han conquistado los villajuaneros, que pasaron a ser el club más ganador del Distrital.

De la casa también es el gerente actual, Amaury Heredia Guerra, rodeado de gentes como su hermano César, hijos del sempiterno asesor Leo Corporán; y el actual presidente, José “Boyón” Domínguez.
Todo esto se conjuga en un equipo con jugadores que se entienden en la cancha como una familia de arraigado hogar, algo que fue propio de un pasado lejano, cuando los atletas actuaban y sentían la pertenencia al club.

Fue en aquel pasado cuando se suscitaron las seguidillas de títulos por un solo equipo. San Carlos ganó cinco consecutivos (1978-1982) con un grupo compacto dirigido por Osiris Duquela y en cancha los Vinicio Muñoz, Evaristo Pérez, Mauricio Espinal, Eliezer Madrigal, Edgar Lugo, Ismael Tapia, Edgar de la Rosa, Mario -Lolo- Regús; y otros tres (1987-89) al mando de Sergio Abreu, quien ganó el último de los cinco.

Mauricio Báez tuvo su propia retahíla de tres (1984-86) con Boyón, Julián “Bombo” McKelly, Ramón “Montante” Castillo, Roberto Abad, Lino Berroa, Pedrito Morel, José Molina y el sin igual refuerzo Eugene “El Tigre” Richardson, bajo conducción del mismo entrenador, Fernando Teruel.
Estas dinastías de diademas y finales fueron propias de un pasado lejano marcado por la pertenencia al club, valor que fue suprimido por los contratos con que los jugadores “se venden” al mejor postor.
No es casual que las tres diademas que el Mauricio no concretó en las nueve finales referidas, dos las logró un Rafael Barias con un núcleo canterano: Eulis Báez, los hermanos Manuel y Pancho Fortuna, Juan Araujo y otros; y el tercero, Bameso con chicos propios marcando la pauta (Miguel Dicent, Fausto Pichardo, Jean Quezada y como refuerzo Víctor Liz).

Lo que nos dejan estos ejemplos, de los que Mauricio Báez es Alma Máter, es que como país debemos regresar a cimentar el núcleo familiar, que la formación y educación cívica y formal debe comenzar en la casa, no por la escuela.
Que debemos regresar a los cánones que imperó en tiempos de nuestros abuelos y padres, para que en nuestra patria vuelva a imperar el respeto y el buen trato entre las personas.
Esa disrupción que se vive en muchos hogares y que potencia los tantos hechos violentos, la alta delincuencia y pobre educación que muestran tantos ciudadanos, tiene equivalencia con lo sucedido con el basket del Distrito.
Cuando los contratos comenzaron a primar y el sentido de pertenencia del jugador al club llegó a su fin, el público se alejó de los recintos.
Antes, el Palacio de los Deportes resultaba chico ante el gran público. Ahora, hasta en los partidos decisivos, las gradas se ven despobladas.
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